miércoles, 29 de julio de 2009

Desaparecido

Que a veces la realidad supera la ficción es una frase hecha, pero que justo ayer comprobé en mi propia piel.

Huyendo del calor, entré con mi niño en un bar del mismísimo centro de Madrid. Jugábamos con un hielo cuando, en la mesa de al lado, se sentaron tres hombres. Uno joven, con unos vaqueros Emporio Armani, que llamaron mi atención, y otros dos, más mayores, en camiseta y uno de ellos con calcetines blancos.

Me encanta observar a la gente y, a veces, invento historias mientras los escucho, con todo el disimulo que puedo (aunque mi novio dice que se me nota mucho). Pero esta vez no fue necesario inventar nada, la realidad empezaba a sorprenderme.

Como el trío era algo dispar, agudicé el oído pensando que sería un arquitecto o un abogado que se reunía con unos clientes. Pero pronto me dí cuenta de que la historia iba a dar de sí. Tras repartir su tarjeta, el joven les dice a los dos señores más mayores: empecemos, y saca una libreta donde se disponía a apuntar datos.

No quiero dar demasiados detalles porque el tema es delicado, pero la cuestión es que el hijo de uno de los señores se había escapado de casa y el joven era un detective privado.

Observando a los dos señores se notaban sus caras desencajadas, llenas de preocupación. Habían venido a Madrid en busca del chico, que parece que tiene 14 años, y se habían tirado a la calle durante toda la noche sin resultado.

No puedo ni imaginar la desesperación de esos padres, no saber qué es de su hijo, porqué ha desaparecido, donde estará… y pienso qué debe pasar por la cabeza de un chico al decidir irse de su casa, sin dejar rastro y no dar señales de vida.

No sé cuales serían los problemas de este chico en concreto, pero su padre quería encontrarlo a toda costa y suplicaba al detective que hiciera todo lo que estuviera en su mano por encontrar al chaval.

Me sorprendió que el detective pijo les hablaba de irse de vacaciones con una sonrisa en los labios mientras los señores lo miraban sin poder procesar bien esas palabras totalmente disonantes con una situación tan dramática para una familia. Quizás alguien debería dar un pequeño curso de empatía con sus clientes a este joven investigador.

Ojalá aparezca el chico, que todo se solucione, y que el investigador no encuentre este post y me denuncie por apropiación indebida de historia.

lunes, 13 de julio de 2009

Ryan

En el día que ha muerto Ryan, hijo de Dalilah, primera víctima de la gripe A, el post que tenía en mente cae en el ridículo. Iba a quejarme de la sanidad, de la actitud de algunos médicos y de la falta de delicadeza, tacto y, a veces, hasta educación y vergüenza torera de algunos de los médicos y personal sanitario que he tenido la desgracia de encontrarme en mi breve camino hospitalario.

Hoy a mi niño le han hecho las pruebas de la alergia, ya que parece que es intolerante a la leche (y ahora también alérgico al huevo y a la judía blanca), pero mientras iba en el taxi de vuelta de nuestro peregrinaje por la salud pública de la Comunidad de Madrid, que tanto le debe a doña Esperanza Aguirre (aquí vienen desagradables risas de lata), me golpeó la noticia sobre la muerte de Ryan.

Pobre niño, que sino más desgraciado. Ha muerto ya sin su madre… no ha tenido la oportunidad de disfrutar de sus caricias, de sus manos, de su aliento respirando junto al suyo… No puedo evitar las lágrimas por Ryan… por su madre Dalilah y por su padre, que va a tener que superar estas absurdas y desgraciadas pérdidas.

Supongo que los médicos son conscientes de la importancia de lo que manejan, vidas de hijos y padres, madres y abuelas, seres humanos que ponen en sus manos sus cuerpos y también sus almas, porque cada una de las palabras que pronuncia un médico delante de un paciente o un familiar es analizada, escudriñada y medida por todos los pares de orejas presentes.

Por favor, que no se den por aludidos los buenos médicos, las buenas enfermeras y enfermeros, los que cuidan de sus pacientes, los que son considerados y amables, los que no tratan a los enfermos como ganado, los que no hablan como autómatas y los que no van gritando a señoras con bastón y madres que luchan con sus hijos, hartos de esperar y aburridos: ¡Hagan la cola a este lado, por seguridad despejen el pasillo (por cierto, minúsculo).

Y yo pensé: por seguridad apártate de mi vista porque te voy a decir tres cosas bien dichas… ¿que me aparte del pasillo? ¿Y donde me meto? ¿Me pliego hasta que tú me llames? ¿Desmonto a mi hijo y me lo guardo en el bolso…? por seguridad te daba yo a ti pal’pelo, bo-ni-ta.

Que sí, que supongo que hay mucho paciente coñazo, que tiene que ser tedioso contestar una y otra vez las mismas preguntas, que la gente se ponen muy nerviosa en las colas en general, y en la del médico en particular, pero si yo hiciese mi trabajo con tanta desgana, con tan poco mimo, me iba a otra cola a la que ponerme nerviosa, a la del paro.

Espero que si alguno o alguna de los que sí deben darse por aludidos leen esto, se replanteen su forma de trabajar y, pensando en Ryan, supliquemos a los dioses que los otro dioses de bata blanca pongan sus mentes y sus almas en sus pacientes.

Ryan, in memorian

miércoles, 1 de julio de 2009

¡Quiero un mundo mejor para mi niño!


Quiero igualdad.

Quiero respeto.

Quiero amor.

Quiero compromiso.

Quiero libertad.

Quiero que mi hijo viva en un mundo mejor, para que sea mejor persona y para que pueda disfrutar de una vida feliz.

Esta campaña ayuda a conseguir todo esto: http://www.facebook.com/tiendaamnistiainternacionalespana