miércoles, 13 de mayo de 2009

Madres: total confort para el bebé

Mi niño tiene bronquiolitis, el mal de moda de los niños del siglo XXI. Sí tu niño no ha tenido bronquiolitis no es nadie en la guardería… lo siento, pero tenías que saberlo.

Yo nunca había oído hablar de esta enfermedad. Ni yo, ni mis hermanos, sufrimos este mal y, sin embargo, madre con la que hablo, madre que domina el ventolin, el pulmicor y demás remedios. Supongo que en "mis tiempos" era un simple: "tiene el pecho cogido…".

El caso es que por las noches, a mi niño le cuesta respirar. La pediatra nos ha recomendado que le subamos un poco el colchón de la cuna, para que esté un poco reclinado. Intentamos con un cojín debajo del colchón, pero quedaba muy alto. Pusimos unas toallas, pero el niño acaba escurriéndose hasta la zona que no está elevada y es como si no hubiésemos hecho nada… El único sitio en el que mi niño está a gusto es sobre mi pecho. Mi equipamiento de serie me permite regular su temperatura, mecer su cuerpecillo a un suave ritmo perfecto para amodorrarse a placer, conseguir el grado exacto de reclinación que le permite respirar mejor, medir su nivel de saturación de oxígeno en sangre, conocer hasta la última décima de fiebre que tiene…

El confort que ofrece una madre es inigualable… todo a un precio muy razonable: una sonrisilla cuando se pone bueno.

 

sábado, 9 de mayo de 2009

¿Soy la madre que quiero ser?

En esto de la maternidad, si hay una verdad absoluta es la siguiente: cuando has aprendido algo, prepárate, porque lo siguiente que deberás saber será mucho más difícil.

A medida que mi niño se hace mayor, las preguntas que me hago son más complejas. Ahora la duda ya no es si lo abrigo demasiado o si se quedará con hambre. Ahora las cuestiones son ¿lo mimo mucho? ¿soy capaz de enseñarle las cosas que necesita saber? ¿estimulo suficiente y adecuadamente su intelecto?

Mi niño sólo tiene 9 meses, y esto se complica a cada segundo que pasa… no quiero imaginar el momento en que tenga 17 años y se vaya de "ruta del bacalao 2.0" (o más bien 123.0, que ya me estoy quedando antigua) y tenga que luchar con él para que comprenda que no puede volver a las 6 de la mañana…

Como diría mi madre, no adelantemos acontecimientos… pero me asusta pensar en la adolescencia de mi niño… sobre todo después de ver anoche en Cuatro un terrorífico (por sobrecogedor) programa llamado "Hermano Mayor", en el que una adolescente asilvestrada pegaba a su abuela, insultaba a su madre, robaba ropa como quien come pipas y las únicas palabras que acertaba a unir para crear una frase eran: Me-da-igual…

Y yo me pregunto, mamás del mundo que ahora estamos en el rollo del pañal, ¿dónde estaremos dentro de 15 años? ¿cómo serán nuestros niños? ¿lo habremos hecho bien?

¡Suerte a todas! Y hablamos en 15 años…

sábado, 2 de mayo de 2009

Soy la madre que quiero ser

Antes de saber que existía la palabra, yo ya practicaba el colecho. Mi niño me lo pidió el mismo día de su nacimiento y yo, instintivamente, lo metí en la cama del hospital conmigo, sin el consentimiento de familiares, amigos, enfermeras y los que pasaban.

Aquella noche puse a mi niño encima de mi pecho, sus piernecillas se quedaban mucho antes de mi ombligo, y sólo de esa forma se quedaba dormido. No pegué ojo ni esa noche ni la siguiente, me aterrorizaba tirarlo de la cama, aplastarlo o malcriarlo.

Las advertencias apocalípticas, que aún hoy me dedican con cariño los que me rodean, hicieron mella en mí, y cuando mi niño tenía alrededor de un mes, mi novio (que es muy concienzudo) y yo (que lo soy menos) nos tiramos como unos 3 ó 4 días, que me parecieron meses, sin dormir nada, y cuando digo nada, me refiero a nada. Metíamos al niño en su cuna, y se pasaba llorando horas y horas. Nos daban las 6, las 7 y las 8 de la mañana y mi niño no se dormía. Lo mecíamos en la cuna, lo tocábamos, lo besábamos, le cantábamos… siempre, como nos indicaban todos, sin cogerlo, y mi niño no quería estar allí.

¿Será el colchón? ¿Será que la cuna es demasiado grande? ¿Será que tiene calor? No, es frío. ¿Será que tiene miedo? ¿Será..? y era que quería que su madre lo cogiera, que lo abrazara, sentir mi calorcillo, mi respiración, mis brazos, mi corazón latiendo junto al suyo…

Hoy, mi niño duerme la primera mitad de la noche en su cuna (lo acosamos a las 8 y suele despertarse sobre las 12 ó 1), y la segunda con nosotros. Nos sé a cual de los dos le gusta más dormir juntos, pero ahora, que sus piernecillas llegan ya hasta mis muslos, mi niño sigue disfrutando del calor de sus padres.

Mi instinto no me deja hacer otra cosa y gracias a mis lecturas y a una red de madres blogueras que cuentan sus experiencias en la red (para las que estoy preparado un pequeño regalo, ya os contaré…) practico el colecho con convencimiento y sin remordimiento.

Todavía escucho reproches como: y qué, ¿vas a tener durmiendo al niño contigo hasta que tenga 18 años? Yo trato de explicar que no, que el sueño es un proceso y lo antinatural es separar a un bebé el mismo día en el que nace de la piel de su madre… pero que nadie se ofenda, y que cada uno haga lo que quiera, yo quiero ser la madre que soy, lo he elegido así y estoy contenta.