"El poder corrompe" - esta es una máxima que no he inventado yo, y más de uno pensamos que cuando alguien se convierte en jefe, algo se le tuerce dentro y lo más habitual es que se vuelva... gilipollas, hablemos claro (y, aunque va a ser difícil, que no sé dé nadie por aludido, ¿eh?).
Parece que es esto mismo lo que nos pasa cuando nos convertimos en padres. Y por eso corremos el riesgo de volvernos autoritarios, controladores y poco dialogantes.
Recordando como eran mis padres y como me educaron, y sin el ánimo de sacar falta a esos padres de los 70 que lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron, ellos fueron padres autoritarios - aunque intentaban ser dialogantes, todavía no llevaban en su ADN eso de la democracia, como afortunadamente – y gracias a ellos – nosotros sí hemos mamado. Ellos fueron machistas -aunque nos intentaron educar en igualdad, todavía las tareas del hogar recaían en su práctica totalidad sobre la madre - y gestionaron los castigos y el apego como ellos mismos lo habían vivido de sus padres criados en la posguerra, es decir, como pudieron.
Esa sociedad que fabricaba padres imperfectos, era también el origen de jefes controladores, injustos, jerárquicos hasta el extremo, clasistas y machistas, y lo peor de aquella situación no era que existieran ese tipo de jefes, sino que era lo que socialmente estaba establecido y aplaudido.
Pero, al igual que hoy en día hablar de castigo físico a los hijos es casi impensable - y en los 70 era algo habitual y muy recomendable - hablar de jefes intransigentes, que no hacen equipo o insensibles no es lo que está de moda, ahora el perfil de un líder está en torno a alguien “capaz de ganarse la confianza de sus colaboradores, una persona auténtica y genuina, que posea y, al mismo tiempo, sepa transmitir a los demás un claro sentido del propósito; un líder empático y sensible, preocupado por el desarrollo de las capacidades y por el impacto que sus acciones y decisiones tienen en quienes le rodean; un líder que siempre explique el por qué de las cosas, que sea curioso, sepa leer el entorno y anticipar las implicaciones de las novedades que se producen a su alrededor” o al menos eso dice la Harvard Business Review, tal y como recoge Santi García en su blog (uno de mis últimos grandes descubrimientos en la red).
Es decir, que parece que nuestra sociedad valora cada vez más los sentimientos del prójimo, ya sea del empleado o del hijo. La confianza, la empatía y el diálogo son valores que parece que tienen algo que decir en la sociedad del siglo XXI. Y si esos son los jefes que deben liderar nuestro nuevo siglo, así deberemos ser los padres de la nueva era.
Toda esta ida de olla para decir: La crianza con apego es la crianza del siglo XXI, la crianza del respeto y la igualdad.
Los padres “con apego” estamos de moda... ¡yeah!
Parece que es esto mismo lo que nos pasa cuando nos convertimos en padres. Y por eso corremos el riesgo de volvernos autoritarios, controladores y poco dialogantes.
Recordando como eran mis padres y como me educaron, y sin el ánimo de sacar falta a esos padres de los 70 que lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron, ellos fueron padres autoritarios - aunque intentaban ser dialogantes, todavía no llevaban en su ADN eso de la democracia, como afortunadamente – y gracias a ellos – nosotros sí hemos mamado. Ellos fueron machistas -aunque nos intentaron educar en igualdad, todavía las tareas del hogar recaían en su práctica totalidad sobre la madre - y gestionaron los castigos y el apego como ellos mismos lo habían vivido de sus padres criados en la posguerra, es decir, como pudieron.
Esa sociedad que fabricaba padres imperfectos, era también el origen de jefes controladores, injustos, jerárquicos hasta el extremo, clasistas y machistas, y lo peor de aquella situación no era que existieran ese tipo de jefes, sino que era lo que socialmente estaba establecido y aplaudido.
Pero, al igual que hoy en día hablar de castigo físico a los hijos es casi impensable - y en los 70 era algo habitual y muy recomendable - hablar de jefes intransigentes, que no hacen equipo o insensibles no es lo que está de moda, ahora el perfil de un líder está en torno a alguien “capaz de ganarse la confianza de sus colaboradores, una persona auténtica y genuina, que posea y, al mismo tiempo, sepa transmitir a los demás un claro sentido del propósito; un líder empático y sensible, preocupado por el desarrollo de las capacidades y por el impacto que sus acciones y decisiones tienen en quienes le rodean; un líder que siempre explique el por qué de las cosas, que sea curioso, sepa leer el entorno y anticipar las implicaciones de las novedades que se producen a su alrededor” o al menos eso dice la Harvard Business Review, tal y como recoge Santi García en su blog (uno de mis últimos grandes descubrimientos en la red).
Es decir, que parece que nuestra sociedad valora cada vez más los sentimientos del prójimo, ya sea del empleado o del hijo. La confianza, la empatía y el diálogo son valores que parece que tienen algo que decir en la sociedad del siglo XXI. Y si esos son los jefes que deben liderar nuestro nuevo siglo, así deberemos ser los padres de la nueva era.
Toda esta ida de olla para decir: La crianza con apego es la crianza del siglo XXI, la crianza del respeto y la igualdad.
Los padres “con apego” estamos de moda... ¡yeah!
yo agregaria que sepa adaptarse al grupo o individuo con el que trata. Tuve que lidiar alguna vez con gente con la que esos metodos no funcionaban -ni incentivos, ni psicologia inversa, ni explicarles por que tomo x decision-, prefirieron el camino duro y solo de esa forma trabajaron bien... y eso que me gusta ser tan cercana a esa descripcion como sea posible.Eso puede tener que ver sin embargo con que a los hombres nunca les gusta que sea una mujer quien da ordenes.Sobre los padres, exactamente lo mismo, hay que adaptarse al niño supongo :)
ResponderEliminarPues yo no sé si estamos muy de moda o no, pero mis experiencias con el mundo de la empresa no han sido de especial empatía... quizá he tenido mala suerte, es más que probable.
ResponderEliminarPues no se yo...por aquí las cosas siguen siendo como en los 70...poca mejoría veo yo...
ResponderEliminarNo hay jefe bueno, lo digo y lo seguiré manteniendo, sobre todo porque cada uno tira para lo suyo, no hay más. Creo que ha cambiado más el papel de padres que el rol de jefe, alguno habrá bueno, pero esto es como las brujas....
ResponderEliminarSiento ser un poco pesimista pero desde que aparece en los libros hasta que vemos un cambio real pasarán más de mil años muchos más.... (espero que tantos no), eso si está de nuestra parte acortar ese tiempo. Hablo de jefes (sobretodo) y de padres.
ResponderEliminarYo espero que no sea una moda, si no que pueda formar parte de la evolución, que se extienda y generalice.
ResponderEliminarLa empatía es adecuada, pero recuerden que hay decisiones que debe tomar sólo un padre o un jefe. En esas, no hay diálogo posible, hay sin más remedio que "tomar el toro por los cuernos"... a veces con equivocación incluída, pero sin remedio.
ResponderEliminarEn mi opiniòn la paternidad del siglo XXI, nada tiene que ver con el mundo empresarial. Recordad que nuestros hijos están en formación, y los trabajadores están en su mayoría más que formados. Si queremos tomar el nuevo modelo de liderazgo para nuestras familias, nos olvidamos de algo que no cambiará nunca en una empresa:los trabajadores necesitan incentivos materiales para ser compensados, y eso está muy alejado de la crianza natural que yo concibo...
Gracias a todas por los comentarios. Parece que suegras y jefes están siempre en nuestros pensamientos, verdad???? Perdón, perdón, perdón... a mi jefe... claro, que es un santo :-) esta es mi sonrisa más reluciente.
ResponderEliminarY que conste que en mi tarjeta pone algo parecido a "jefa" (de pacotilla, pero jefa) así que parte de esa cuota de gilipollez la llevo yo en vena...
Y como todo en la vida, depende, verdad? de qué jefes, qué padres, qué empleados y qué hijos...
Besos
Begoña
Mientras leía esto pensaba lo mismo que vos “Estamos de moda!”. Creo que es la primea vez que me da placer sentirme al grito de la moda. Que placer, pensar en el otro y valorar la persona es cool. La empatía rige el momento. La calidez, el afecto es el idioma más hablado. Qué bueno que soy de esta época :)
ResponderEliminarMe gusta mucho tu blog. Soy tu nueva seguidora y esta invitada a seguir mi blog www.4bebes.blogspot.com
ResponderEliminarParece que los jefes del nuevo siglo deberían regirse por normas de empatía y diálogo, sin embargo creo que todos hemos conocido esos jefes jóvenes, criados (supuestamente) en una época de diálogo, respeto y libertad, y que sin embargo por alguna extraña razón sólo funcionan a base de autoritarismo y malas formas. Por no hablar de los casos en que estos jefes son jefas. A veces el peor enemigo de la mujer en el trabajo es otra mujer, y si es una superior ya ni te cuento. No sé si como a ellas igual les ha costado llegar donde están son las más duras y las más machistas, incapaces de ponerse en el lugar del otro, y trabajan en base a la desconfianza y el ataque preventivo (mejor doy antes de que me den a mí, aunque no haya sospechas de que esto vaya a ocurrir).
ResponderEliminar¿No habéis vivido ninguno de estos dos casos?
Desde que soy mamá, soy mucho más eficiente en el trabajo. Claro, sólo puedo trabajar 4 horas aún para atender a mi peque que tiene problemas de salud, y me he vuelto mucho más eficaz y multitarea: saco gran parte de lo 8 horas. Ahora veo a las madres trabajadoras desde otras perspectiva: seguro que no pierden el tiempo en sus trabajos! Si tuviera de nuevo que contratar a alguien, os aseguro que pensaría en este aspecto. Así que cuando un jefe de un Cluster con el que tengo relación laboral me preguntó qué tal la maternidad, le dije: fenomenal, y en el trabajo, voy a la esencia. Soy más productiva. Y él entonces contestó: nunca lo había contemplado desde ese punto de vista, tienes razón! Y ya se fue de la olla un poco y dijo que quizá en España somos tan poco productivos porque apenas tenemos hijos, y eso no nos hace concentrarnos en el trabajo lo suficiente (para salir pitando luego). No es del todo cierto (el problema está más anquilosado en jefes de otra generación que te piden estar mil horas y en jefes que no confían en sus empleados y empleados que dejan de confiar y ser productivos porque se sienten explotados), pero me gustó que un hombre pudiera pensar en tal posibilidad.
ResponderEliminar¿Conseguiremos cambiar la mentalidad algún día?
Gracias a todas por vuestro comentarios...
ResponderEliminarMami Rosereta, me ha encantado tu comentario... más niños y más mujeres que vamos a la esencia: súper eficaces... :-)
Besos
Begoña
sí, a ver qué nos reclaman los hijos dentro de 30 años. Esperemos que no, porque al igual que nuestros padres, hacemos lo mejor que podemos. Un abrazo grande.
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