Apareció en nuestras vidas una noche de verano. Sus ojos pizpiretos miraban cada uno de los detalles de nuestro hogar. Ahora aquí, luego allá.
Una belleza brillante, de un verdoso plateado cual aceituna de Campo Real, viajaba entre nosotros, acariciando primero nuestras manos, luego nuestras caras, después nuestro pelo.
Al principio mi niño recelaba ¿qué era aquello que pululaba por casa? Pero cuando le explicamos que sería nuestra mascota el amor inundó su pequeño ser.
Ahora la vemos en todos sitios, en casa, en un restaurante, en el parque... nos sigue a cualquier lugar y en cuanto la vemos gritamos contentos: ¡¡¡Está aquí!!!
Ella es una amor, se llama mosqui y es nuestra mosca.