Que a veces la realidad supera la ficción es una frase hecha, pero que justo ayer comprobé en mi propia piel.
Huyendo del calor, entré con mi niño en un bar del mismísimo centro de Madrid. Jugábamos con un hielo cuando, en la mesa de al lado, se sentaron tres hombres. Uno joven, con unos vaqueros Emporio Armani, que llamaron mi atención, y otros dos, más mayores, en camiseta y uno de ellos con calcetines blancos.
Me encanta observar a la gente y, a veces, invento historias mientras los escucho, con todo el disimulo que puedo (aunque mi novio dice que se me nota mucho). Pero esta vez no fue necesario inventar nada, la realidad empezaba a sorprenderme.
Como el trío era algo dispar, agudicé el oído pensando que sería un arquitecto o un abogado que se reunía con unos clientes. Pero pronto me dí cuenta de que la historia iba a dar de sí. Tras repartir su tarjeta, el joven les dice a los dos señores más mayores: empecemos, y saca una libreta donde se disponía a apuntar datos.
No quiero dar demasiados detalles porque el tema es delicado, pero la cuestión es que el hijo de uno de los señores se había escapado de casa y el joven era un detective privado.
Observando a los dos señores se notaban sus caras desencajadas, llenas de preocupación. Habían venido a Madrid en busca del chico, que parece que tiene 14 años, y se habían tirado a la calle durante toda la noche sin resultado.
No puedo ni imaginar la desesperación de esos padres, no saber qué es de su hijo, porqué ha desaparecido, donde estará… y pienso qué debe pasar por la cabeza de un chico al decidir irse de su casa, sin dejar rastro y no dar señales de vida.
No sé cuales serían los problemas de este chico en concreto, pero su padre quería encontrarlo a toda costa y suplicaba al detective que hiciera todo lo que estuviera en su mano por encontrar al chaval.
Me sorprendió que el detective pijo les hablaba de irse de vacaciones con una sonrisa en los labios mientras los señores lo miraban sin poder procesar bien esas palabras totalmente disonantes con una situación tan dramática para una familia. Quizás alguien debería dar un pequeño curso de empatía con sus clientes a este joven investigador.
Ojalá aparezca el chico, que todo se solucione, y que el investigador no encuentre este post y me denuncie por apropiación indebida de historia.
Increíble, parece el guión de una telenovela, ojalá que el chico aparezca pronto, que angustia de la madre!
ResponderEliminarSaludos!
Quien sabe... tal vez el detective se las sabía todas.
ResponderEliminarEso si no quisiera estar en la piel de los padres.
Saludos
Estas cosas le ponen a una los vellos de punta.
ResponderEliminarEspero que ese chaval aparezca pronto, porque no logro imaginar la angustia por la que han de estar pasando sus padres.
La poca empatia del investigador no habla bien de su trabajo y dedicación...
ResponderEliminarVaya, vaya.. esa es una frase que ultimamente retumba mucho en mi mente "la realidad supera la ficcion" y a veces con creces, verdad?
ResponderEliminarBueno, queria agradecerte haberte pasado por mi blog. Y veo que tu bebe y el mio son casi casi de la misma edad (por dias). Le haras algo por su cumple? Yo estoy pensandolo.
Besitos,
Farah
veo que no soy la única que se monta peliculas observando a la gente !!! ( en el buen sentido de la palabra,eh !!!) a mi también me encanta cotillear un poco y fijarme en la gente.
ResponderEliminarhttp://lamamavaca.blogspot.com/
No es tan raro que un chico de 14 años se escape de casa. En plena pubertad son una bomba de hormonas, no saben cual es su sitio y tratan de buscarlo a toda costa. Cualquier confrontación con el padre, la madre o vete tú a saber a podido motivar semejante situación.
ResponderEliminarCuando se de cuenta de que la vida es dura y que no puede hacer nada sólo volverá a casa. Estoy convencido de ello.
Un saludo.
Uff... yo creo que lo de la empatía no se aprende. O naces con sensibilidad, o nada de nada.
ResponderEliminarPor cierto, ya me dirás que tal el parto... ¡porque yo estoy "cagaílla"!, jajajaj...